Hay una reflexión que viene torturándome un poco estos días…
Son muchos los niños que en Fez se nos acercaban ofreciendo sus servicios como guías. Niños viejos, con cara de adulto. Con semblante preocupado. Niños de menos de seis años que nos buscaban diciendo: “Sir, one dirham, please”.
Esta es una cara de Marruecos que me tiene algo descolocada…
Vimos niños subiendo a autobuses en marcha, a camiones oxidados y desvencijados o a cualquier otro vehículo, con tal de desplazarse sin tener que pagar nada, poniéndose en riesgo. Un riesgo que para ellos y para el resto (salvo para nosotros) era algo cotidiano, normal.
No dejo de acordarme de todos los chicos y chicas que hemos visitado estos meses con la Escuela Viajera… No dejo de pensar en ellos al ver a estos niños y niñas marroquíes que andan en chanclas haga frío o calor, o que recorren varios kilómetros por carreteras peligrosísimas para llegar a la escuela. O no.
Quizá esté hablando sin saber, sin entender o sin comprender, pero es que se me parte el alma cada vez que veo a un niño con no más de cuatro añitos a los pies de la carretera (o en mitad), con el fin de parar a todo el que pase. Desde lejos, acuden corriendo, se levantan del suelo o salen de detrás de cualquier árbol a tu paso. Y no les importa si vas rápido o lento, o que te detengas o no. Ellos se acercan todo lo posible diciendo “Monsieur, Monsieur” y haciendo con sus manitas el ademán de parar.

Imagino a su lado a Goya o a Yago, dos de los más pequeños de mi familia, y es como si se abriera una inmensa brecha. Me parece sentir que son de otro mundo, de otra realidad.
Y así es cómo sus caras se curten (como las de los adultos), y los miras a los ojos y ves sus miedos, sus preocupaciones, sus dudas. Y miras su cara y sus manos y ves las huellas del trabajo y del día a día. Y sólo son niños.
Y no entiendes por qué. Por qué se permite esto. Por qué nos permitimos esto. Hay muchos que paran y les dan dinero pero, ¿realmente les están ayudando? Eso es pan para hoy y miseria para siempre.
En España y Europa no somos realmente conscientes de ello… y me entristece. No digo que se tenga que machacar a nuestros niños con “la pobreza del tercer mundo”. Pero sí abrirles los ojos y enseñarles lo bonita que es la vida, la gran oportunidad que tienen de vivirla como quieran, el poder ser libres y elegir qué quieren hacer con ella. Esa es una enseñanza que nosotros, los adultos, deberíamos transmitir.
Estos niños, por desgracia, nunca van a tener esa fortuna. Muchos ni tan siquiera podrán aprender nada más que a sobrevivir cada día. Y quizá así sean felices, no lo sé. Pero eso debería ser una opción y no una obligación, porque al fin y al cabo son simplemente niños. Niños con cara de viejo.
Por desgracia en Marruecos y en otros países es muy común en las zonas de gran afluencia de turistas, la última vez que estuvimos en Marruecos, salvo Marrakech esta situación no la vivimos.
Cierto. Me temo que se va a convertir en algo, por desgracia, muy común…
¡Hola Rosalía y Juancar! A mí me da muchísima pena cuando veo niños en situaciones así.. Recuerdo lo que me chocó ver niños en Camboya, parados en los semáforos para vender cosas a la gente que iba en coche. Es una sensación muy rara, como de que estás viendo algo antinatural. Qué infancias tan diferentes tienen los niños en los países desarrollados, nada que ver.
Hola Isabel,
Gracias por tu comentario. Desde luego que no tiene nada que ver. Es como entrar en otra realidad aplastante. Que te hace pensar mucho y reflexionar… Tenemos que repensar bien qué hacemos para que esto siga así…