Despedirse de un lugar

Maspalomas

Al igual que ocurre con las personas, no te das cuenta de lo que echas de menos un lugar hasta que lo abandonas

Llegué a Gran Canaria un 6 de noviembre de 2013, porque tenía que llegar. Llegué sin pensarlo, sin meditarlo, sin saber qué me iba a encontrar, sin saber qué iba a hacer allí, qué gente me iba a encontrar o de qué iba a vivir. Sólo tenía clara una cosa: quería irme allí. Allí estaba mi futuro y lo tenía claro.

Viví feliz y aprendí muchísimo. Aprendí que allí las maravillas no las esconden solamente las playas, también las esconden las montañas, las cumbres, los barrancos… Aprendí que casi no existen las estaciones y que la temperatura se mide en altura… Aprendí que las Islas Canarias no son dos islas, sino siete, cada una diferente y única respecto a las demás… Aprendí que se puede vivir «siempre en cholas» y que es maravilloso… Aprendí que el océano es inmenso y poderoso e igual que da vida, también se la lleva… Aprendí a valorar la sensación de estar lejos y cerca… Aprendí muchas cosas.

Después de casi tres años en Gran Canaria jamás pensé que me iría de allí llorando. Sentía que dejaba una parte de mí entre sus rocas volcánicas, su verde milenario, las corrientes del océano y entre todas y cada una de las personas que he conocido y que me han hecho ser feliz…

Ahora, hace más de seis meses que nos fuimos y sigo soñando con Gran Canaria. Anoche soñé con ella. Soñé que volvía para recorrer sus calles estrechas y empinadas, sus pueblos de mar y de montaña, sus plazas coloniales, sus playas de arena blanca, negra o de una mezcla de ambas, sus puestas de sol y sus amaneceres…

Anoche soñé con ella. Y es que es imposible olvidarla.

Anoche soñé que volvía de nuevo, pero esta vez sin rumbo ni misión, sola, sin Juancar. Y grité. Grité al pensar que no podría compartir con él la isla, nuestra isla. Y es que Gran Canaria nos ha dado un hogar, nos ha visto crecer juntos, nos ha hecho fuertes, nos ha enseñado a compartir, a escuchar, a querer, a respetar, a amar, a no tener miedo… Nos ha enseñado a vivir. A vivir felices y en paz.

A través de ella hemos aprendido a confiar más en nosotros mismos, en el equipo que formamos… Allí hemos ido forjando y dando vida a este sueño, el de dar la vuelta al mundo. Vagando entre sus rincones hemos ido creando nuestra historia y nuestro futuro. Lugares como Taliarte, Veneguera, Tufia, Las Palmas, Juncalillo, Guayadeque, Valleseco, Roque Nublo, Tejeda, el Risco, Agaete… quedarán grabados por siempre en nuestra memoria, pero sobre todo, en nuestro corazón.

Ahora mismo, cierro los ojos y me parece estar sintiendo la brisa, esos vientos alisios que limpian el aire y hacen que las nubes bailen todo el día, desnudando al sol y vistiéndolo a cada segundo.

Los mismos vientos que acarician el pinar de Tamadaba, trayendo nubes cargadas de agua que se quedan allí, descansando y derramando con calma gotas y gotas de agua, que pintan de verde el valle de Agaete y los embalses de Lugarejos y de Los Pérez.

Recuerdo las palmeras, al salir del aeropuerto, bailando al son del viento, saludando a todos los que llegábamos a tierra. O las puestas de sol en Veneguera, en aquellos días tranquilos y serenos en los que íbamos a llenarnos de VIDA.

Anoche soñé con Gran Canaria porque tengo ganas de ver esas palmeras, sentir ese viento, perderme en Tamabada o vagar entre las olas…

Tengo ganas de sentir el calor de la arena en mis pies en febrero, cuando en la playa no hay más que sol, arena y olas.

Tengo ganas de perderme en cualquier rincón de la isla, darme la vuelta y descubrir la inmensidad del océano.

Tengo ganas de respirar el verde que esconde en Moya, donde la vegetación milenaria descansa y aguanta las abatidas del tiempo y del ser humano.

Tengo ganas de cruzar la barrera de las nubes, de subir a lo más alto y soñar que cruzo andando al Teide.

Tengo ganas de bucear en sus aguas cristalinas, frías y llenas de vida, para luego salir y notar cómo el sol acaricia todo mi cuerpo.

Tengo ganas de sentir el invierno y el verano en un mismo día, convirtiendo un día gris en otro soleado con tan solo descender 2.000 metros.

Tengo ganas de llegar y ver a todas las personas que estando allí nos han hecho felices y han dado forma y significado a la palabra AMISTAD.

Hace apenas unos meses que nos despedimos de Gran Canaria, con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de amor. No sólo nos íbamos de una isla, nos íbamos de nuestro hogar.

Gracias por todo, Gran Canaria. No sé cuándo volveremos a verte, pero sé que lo haremos…

Mientras, seguiré soñando contigo.

Amanecer en Taliarte
Amanecer en Taliarte

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