No seré yo quien afirme que el dinero no es necesario. No sería honesto por mi parte pues, además de frivolizar con el tema, estaría simplemente faltando a la verdad. Sin embargo, inspirado por las palabras del gran José Luis Sampedro, considero que no se nos educa para ser hombres libres, dueños de nuestra vida y nuestro destino. Más bien se nos enseña a ser simplemente un pequeño eslabón más dentro de la infinita cadena de producción-consumo-producción-consumo-producción…
Y al igual que sucede dentro del simple mecanismo de una bicicleta, por más que se pedalee, por más vueltas que se le dé, resulta imposible que la cadena abandone el circuito cerrado de dientes, poleas y piñones para el que fue concebido.
Bueno… no siempre, pues todos hemos experimentado alguna vez cómo de repente pedaleamos en vacío. Nuestras piernas súbitamente no encuentran resistencia. ¡Qué increíble sensación de alivio! Pero claro, dejamos de avanzar, o al menos se reduce nuestro ritmo.
En ese momento, un eslabón cualquiera de la cadena, uno cualquiera y sin aviso, opta por tomar un camino diferente, distinto al que fue confinado por los siglos de los siglos. Se sale de su mecanismo y sigue su propio instinto. Unas veces se debe a un golpe repentino y acusado, mientras que otras a un abuso en el recorrido. Aunque en la mayoría de los casos viene ocasionado simplemente por la fatiga y el desgaste de los años.
Y es aquí donde esta historia se torna interesante, pues es aquí donde nuestros queridos eslabones, aquellos concebidos únicamente para la producción y el consumo infinitos, comienzan a tomar vida propia.
Quizá de repente comiencen a dejar de estar interesados únicamente por estos dos principios capitalistas. A lo mejor un día se cuestionen en serio aquello de que el dinero, ése que todo lo crea y destruye a un tiempo, tal vez no proporcione realmente la felicidad. Quizá un día comiencen a escuchar a su voz interior, tanto tiempo injustamente silenciada. Y hasta se miren al espejo y vean su reflejo con total nitidez, sin sombras ni claroscuros. Y se pregunten quiénes son, qué quieren hacer, qué necesitan… Y comprendan que somos tiempo, que somos energía. Algo que nada ni nadie nos debería robar o comprar. Y descubran que la felicidad no se persigue ni se encuentra, sino que simplemente se siente. Que la felicidad es uno mismo…
Pero repito, no seré yo quien afirme que el dinero no es necesario. Aunque sí me atreveré a devaluarlo. No le daré un poder que no veo justificado. Es más, creo que sólo las cosas verdaderamente difíciles de alcanzar merecen gran respeto y valor. Y no, tengo claro que éste no es el caso del dinero.
Nadar a contracorriente, saltarte las normas sociales que a veces ahogan, pensar de forma divergente, creer en ti mismo y satisfacer todas tus necesidades espirituales, desarrollar únicamente aquello que demanda tu yo más profundo, decir simple y rotundamente NO… Ahí es donde reside el verdadero valor, lo infinitamente complicado. Y no, para llevar a cabo un vida propia y original no se precisa ser rico en dinero, se requiere estar colmado de valor.
En efecto, el maestro Sampedro tenía razón, no nos educan para ser hombres libres. Pero tal vez, y sólo tal vez, los milagros a veces existan. Y es entonces cuando un eslabón cualquiera, uno cualquiera y sin aviso, tira de toda la cadena hacia horizontes desconocidos. Y es ahí donde comienza el despertar, donde comienza la VIDA.