Bissau, 26 de junio de 2017
Querida Maca,
¿Cómo estás bonita? Imagino que sintiendo ya el frío intenso del invierno en Chile… Aquí, en Guinea Bissau estamos a más de 30ºC y casi un 80% de humedad, nada que ver.
Hoy hace dos meses y tres días que salimos de casa, aunque lo pienso y me parece que ocurrió hace mucho, mucho tiempo. El tiempo pasa lento cuando el cuerpo recibe estímulos nuevos cada día, ¿verdad? Debe de ser por eso por lo que las mentes inquietas viajan sin parar, para sentir que el tiempo se alarga y la vida se hace más intensa.
Tras estos meses de viaje sigo sintiéndome yo misma, como si no hubiera cambiado nada, como si ocho semanas por África Occidental no hubieran dejado huella en mi personalidad… Y en parte es cierto, sigo siendo yo, pero con mucha más fuerza y seguridad en mí misma, eso sí. Si pienso en los primeros días de viaje, cuando sentía desconfianza en las estrechas calles de la medina de Fez, me río de mí misma. Si volviese para atrás, creo que haría un viaje muy distinto al que hice hasta ahora…
Maca, si antes de salir me hubiesen dicho que sería capaz de hacer todo lo que he hecho hasta ahora, no lo hubiera creído jamás. Tenemos más potencial del que nos pensamos o nos hacen pensar. Y eso es lo bueno de viajar. Descubres capacidades que llevas dentro y que jamás pensabas que podrías llegar a desarrollar. Viajar despierta la mente, los sentidos. Te da fuerzas para seguir y te enseña que todavía hay muchas cosas por aprender. Debería ser asignatura obligatoria.
Pero no sólo me he hecho más fuerte y segura, sino que poco a poco me voy haciendo más humilde. El viaje que hacemos, cerca de la gente, nos hace reflexionar en cada paso que damos y en cada palabra que intercambiamos. La humildad –y la humanidad- que en España o Europa practicamos está a años luz de lo que aquí estoy sintiendo…
Ayer mismo, mientras desayunábamos al lado de un río por el que pasaba mucha gente, tuve la ocasión de comprobarlo. Teníamos en la mesa un bollo y medio croissant. Se acercó un hombre pidiéndonos comida con una sonrisa y, pensando que vendrían más personas, sólo le di el medio croissant. Al minuto, vinieron cuatro niños y un adulto. Lejos de pedirnos más, partieron en seis trozos el medio croissant y se fueron felices a sus quehaceres… En ese momento, ¡sentí una vergüenza enorme! Les había dado medio croissant pensando que nos pedirían más… Me arrepentí de no haberles dado el bollo entero. Una lección más.
Maca, en tus viajes, ¿alguna vez has sentido miedo al verte rodeada de gente muy distinta a ti? ¿Te has sentido defraudada por querer pensar que “todos somos iguales”, pero realmente has sentido desconfianza de los que te rodean? Sólo por ser diferentes, sin más razón. Porque yo sí. Y conforme voy viajando, me voy dando cuenta de mis miedos y mis estupideces. Allí es fácil ver a un hombre negro por la calle y decir “oh sí, todos somos iguales”. Pero aquí eres tú el que contrasta, y ya no ves tan claro que de verdad todos seamos iguales. Hasta que la realidad te pone los pies en tu sitio, te relajas y comienzas a ver a las personas sin sus capas, como si de un plátano pelado se tratase, en el que la piel sólo fuese el envoltorio y la riqueza estuviese dentro, dentro de ese ser humano.
Y es que en el fondo, todos queremos lo mismo. Aquí los niños nos saludan y ríen para llamar nuestra atención, juegan a la pelota y a la goma de saltar (como nosotras cuando éramos pequeñas), se pelean y se cuidan entre ellos… ¡Hacen lo mismo que cualquier niño del mundo! Y los adultos también. Buscan una pareja, un hogar, un trabajo y una familia. Buscan la felicidad. ¡Todos buscamos lo mismo! Todos somos lo mismo. Las diferencias las creamos nosotros, en nuestra mente.
Cada día sumamos lecciones y aprendizajes. De la gente, de nosotros mismos, del entorno, del camino… Hace un par de días nos cruzamos con un argelino ya jubilado que disfrutaba viajando en coche hasta Bissau. Pues bien, después de una larga charla nos dijo algo que no olvidaremos jamás: “tenéis suerte… este viaje os unirá mucho más como pareja. Y en el futuro, ante cualquier problema, tendréis la capacidad suficiente para hacerle frente, pues habréis engendrado un vínculo irrompible entre vosotros”. Y qué razón tiene.
El viaje nos hace fuertes, Maca. El viaje nos une.
¡Te quiero!
Precioso Rosalía! Un beso para los dos!
¡Gracias Jose María! ¡Un beso para ti también!
Como emociona ver que los sentimientos se comparten y existen personas que, valientemente, pueden llevar a cabo aquello que, para otros muchos, cuesta tanto expresar y desarrollar. Gracias por ser nuestros ojos y nuestro corazón.
Gracias Reme… Seguiremos siendo vuestros ojos porque vosotros seguís siendo nuestra fuerza y nuestro ánimo. ¡¡Gracias!! Un beso muy fuerte.
Me ha encantado la carta «las diferencias las creamos nosotros en nuestras mentes» «tanto sentimiento, humanismo y realidades como la del «bollo y medio croissant.»
A seguir disfrutando mucho¡¡¡¡
¡Gracias Carlos! La vida es así, está llena de lecciones y a cada paso que damos nos encontramos con una nueva y mejor. Seguiremos compartiéndolas. ¡Un fuerte abrazo!