No nos habíamos planteado volver. No entraba en nuestros planes y, mucho menos, en nuestras cabezas. Volvimos de sopetón: queriendo, pero sin querer.
Tomamos la decisión con el corazón —como habitualmente hacemos—, pero varios meses después, éste se vuelve pidiéndonos explicaciones…
Porque volver… no es fácil.
Volver es casi más difícil que partir.
Aunque no lo esperas, la vuelta es física y psicológica. Siendo una sola, se desmembra en dos y cada una avanza a ritmos desparejos, creando una fatídica sensación de incomodidad continua.
Por un lado, está tu cuerpo… De súbito ha de desapegarse de los ritmos propios del viaje (en nuestro caso, lentos); ha de acostumbrarse a un horario marcado por minuteros y segunderos, en lugar de por el sol y la luna; ha de asimilar que la lluvia ya no se escucha y que los pies, antes enraizados en la tierra, se han de proteger del recio asfalto.
Al cuerpo le cuesta arrancar, dormir, hasta salir… Le agotan los sonidos, las luces y los olores fabricados. Te pide naturaleza, sol, estrellas en la noche, ventanas abiertas y veladas al fuego, donde el aire fluye libre y salvaje, meciendo tu pelo y acariciando tu piel.
Y por otro lado, está tu mente tratando de sintonizar los cambios físicos con los emocionales.
Mientras que tu cuerpo se resiente desde el primer día de vuelta, tu mente pasa por un estado progresivo de asimilación: la vuelta son días soleados, nublados y noches cerradas. En ese orden. Tras la vorágine inicial, cargada de alegrías, reencuentros y emociones profundas, llega la calma. La vida se aplana y todo vuelve a su normalidad. Y tú te quedas en mitad de un decorado, pensado para una obra que ya no es la tuya. La tuya sólo está en tu mente.
Poco a poco, te vas dando cuenta (con mucha pena) cómo a pocos les interesa tu viaje. Tu verdadero viaje, ese que has hecho desde el «yo» que eras hacia el «yo» que eres. Porque tú has vuelto siendo otro. En cambio, sí te preguntan sobre el dinero que te has gastado, las veces que te habrán robado, atracado o extorsionado y los momentos malos (solo los malos). Eso es lo único que les interesa de un periodo de aprendizaje que ha cambiado tu vida ciento ochenta grados.
Y cuando te animas a contar, te das cuenta (con más pena) que nadie sabe escuchar. Que, como humanidad, hemos perdido la capacidad de escucha y atención. Te sientes como ante un tribunal de oposición, teniendo que resumir veinte meses de viaje por África y dieciséis por Sudamérica en menos de cinco minutos. Para, de postre, acabar escuchando tú la opinión que el otro tiene sobre los países en que tú (y quizá no él) has estado.
Solo unos pocos te hacen feliz al prestar a tu mente su atención y curiosidad, ávida ésta por contar lo que ha visto, oído y viajado.
Aun así, llega un punto en que sientes que te has ido para nada, haciendo que tu sensación de apatía supere cualquier momento de estrés y tensión en el viaje.
Y te preguntas: «¿para qué coño hemos vuelto?».
Tu mente le manda mensajes a tu cuerpo sobre amoldarse y adaptarse… Pero, ¿por qué tienes que adaptarte? Tu cuerpo responde que está hecho a otro molde, a otros límites ilimitados, a fronteras inexistentes, a sensaciones fuera de lo convencional, a una naturaleza salvaje y no grisácea y luminiscente… A unos moldes marcados por tu propia voluntad y destino. No quieres pertenecer a nada ni nadie, simplemente ser, sentir… Ser libre de nuevo.
Y eso te empuja, sin casi darte cuenta, a no querer ver a nadie, a refugiarte en el poco espacio que te queda de lo que eras: tú solo.
Volver no es fácil.
Ya nos lo dijo un amigo: «Para el que viaja por el mundo, es toda una aventura volver a casa».

Pero… ¿qué ocurre cuando vuelves en medio de una pandemia mundial?
El coronavirus ha dejado fuera de juego a muchos viajeros. Nuestra normalidad era tan anormal que no hemos podido volver a ella. Eternamente fuera de todo.
Quienes se quedaron, han de hacer frente a una vida en un lugar que no han elegido, muchas veces rodeados de inseguridades y dificultades. Y quienes volvimos, debemos asumir una medio-vuelta o vuelta a medias, que es como volver (con todo lo bueno y lo malo), pero dejándote allí las ilusiones.
El único plan era volver a nuestra vida anterior. Tomar la vuelta a España como una pequeña pausa, un paréntesis en el que disfrutar de la familia, de un verano con el que no contábamos y de un tiempo en casa que nos ayudara a regresar con más fuerzas…
Pero, tras varios meses de espera, la ilusión inicial por volver pronto se ha ido apagando. Y nos encontramos cada día luchando contra dos realidades: la de haber vuelto y la de no saber cuándo vamos a regresar.
Por si eso fuera poco, de vez en cuando nos topamos con agoreros profesionales, que pintan nuestro futuro más negro que el carbón, vertiendo su mala energía sobre nuestras debilitadas almas y absorbiendo nuestra felicidad (como si dementores salidos de Harry Potter se tratara).
Y, sin embargo, no nos rendimos. La resiliencia y la capacidad de adaptación, poco a poco, van saliendo a nuestro encuentro ayudándonos a asimilar quiénes somos en esta nueva realidad y quiénes queremos ser los próximos meses, hasta que podamos volver a ver de nuevo a Rocinante.
No sufras amigo, que volveremos.

PD: la escritura es ahora nuestra mayor cura. El libro sobre África es cada día una realidad más palpable y el motor de nuestra motivación.
Hola amigos, lástima que esta pandemia lo haya aplazado todo. Espero que con la gracia de Dios y la buena voluntad de todos lleguemos a superar este desafío sanitario para volver a vivir Feliz. Ánimo.
Hola Felipe,
Ojalá y así sea. Y que todo sea tener que aplazar viajes…
¡Un fuerte abrazo!
Hola chicos!!
Como los entendemos!!!!!!
Los entendemos porque nosotros empezábamos nuestra vuelta al mundo, o a África, o donde nos llevara el viento el 1 de abril y desde entonces, una o dos veces por semana tenemos que contestar “y vuestro viaje para cuándo?” para luego agregar …. “esto va para largo” Lo cual desespera, desanima, no hay respuestas para una situación para la cual nadie parece tener claro nada y hay que buscar fuerzas donde se pueda.
Y por otro lado, como inmigrantes, aún me resuena la frase de mi padre cuando le conté que me venía a vivir a Europa, este dijo: “Al final, te pasará como a tu abuelo, no serás de allí, no serás de aquí” y eso pasa, uno cambia. Cuando vuelves de visita, con quienes antes tenías horas de tema de conversación, ahora, en 5 minutos ya no sabes de que hacerlo. Uno cambia obligado por las circunstancias!
Pero estoy convencido que en breve podrán volver a reencontrase con Rocinante, a volver a vivir la vida que eligieron y ser felices!!
Ánimos!!
Un abrazo desde Andorra
¡Hola amigo!
Cuánto bien nos haría coincidir a todos los «varados» para hacer terapia de grupo… Imaginamos lo difícil que tiene que estar siendo para vosotros… Porque no es que se os haya acabado el viaje, es que no habéis podido darle rienda suelta a vuestro espíritu…
Paciencia, calma y reflexión. Nosotros siempre decimos que «todo es para mejor». Hay que estar positivos, aunque a veces cueste. Y alejarse lo máximo posible de los focos de pesimismo y negatividad.
En cuanto a lo que le ocurría a tu abuelo… Hemos conocido a muchos argentinos con el mismo sentimiento, que no saben realmente si pertenecen a un lado del Atlántico o al otro (o a ninguno). No tiene que ser fácil. Hay una canción que dice: «que nuestra patria existe donde estemos tú y yo…». Quizá sea ese el equilibrio, hacerse uno mismo su patria.
¡Un fuerte abrazo desde Utiel!
«Vivo sin vivir en mi» pero por otros motivos que la santa, vaya reflexión; aunque es lo normal, ¿creías que semejante cúmulo de experiencias iban a pasar desapercibidas para una mente inquieta que se fija en casi todo y rumia todo, una y otra vez, hasta su total asimilación? Eso pasa cuando se es consciente de la maduración personal, que para la gran mayoría pasa desapercibida y en algunos casos ni se produce. 😉😷
Gracias Ricardo. Tan solo las mentes muy abiertas (o que han vivido un tránsito similar) pueden realmente entender nuestro estado anímico y emocional. Y nosotros somos unos privilegiados por tener una de ellas bien cerca, al otro lado del río. Un abrazo inmenso.
Sóis Nómadas y vuestro verdadero hogar es el camino. No habéis vuelto. Os habéis ido. Y volveréis cuando queráis y podáis. Todos hacemos nuestro camino. A veces nos desviamos, a veces nos perdemos. Pero el horizonte de volver siempre está ahí. Camino, Felicidad, Verdad, Dios … se le ha llamado de mil maneras. Todos perseguimos lo mismo. Todos queremos volver.
Un abrazo a los dos 🙂
Cada vez que escribes, nos viene una ola de emoción intensa… Da gusto leerte: sabiduría y precisión. Me guardo tus palabras como un regalo. Mil gracias por tu apoyo. Un abrazo muy grande…
Me alegro de que esteis bien y leer vuestra ultima carta me ha encantado, ( que ganas tengo de leer ese libro que estas escribiendo) seguro estoy que volveréis a seguir con Rocinante. Animo y a esperar el momento para volver.
¡Zafri! Bueno, qué decirte… Por suerte nos pudimos ver hace poquito y ya poco puedo añadirte por aquí, salvo un enorme GRACIAS por seguirnos, leernos y apoyarnos. ¡Un fuerte abrazo!
I’m so glad to hear from you! I’ve been wondering how you are doing and we fondly talk about you often, especially when we eat empanadas. You have left an impression here in Paraguay and it’s sad to think that you won’t be coming this way. Maybe one day you can come for a vacation. We are in strict quarantine and we are so happy that this is a beautiful place to have to stay home. Please keep in touch so that we know how you are. Love from all of us in PY. Ramona
Hi Ramona! I didn’t see your comment!! Sorry!! It is really nice to hear from you… We are still missing Paraguay (since the day we left the country) and Andy’s empanadas (the best all over South America). We are fine in Spain, but is hard to adapt our previous life to this new situation. Covid has completely change our plans, so we had to reset and start again. We are (still) working on the book, and (cross fingers) we hope to launch it next month. Big hugs for all the Bareiro family and for you both.
hola estimados : les he leido y me he sentido muy identificado con ustedes , los cambios que nos trajo el coronavirus tambien pueden ser una oportunidad … comprare su libro indudablemente y espero nos pongamos en contacto para ver si la suerte me acompaña y les compro la camper … me parece un precio justo por la historia que representa un abrazo desde Chile
Jose
¡Hola Jose!
Desde luego que pueden ser una oportunidad, hay que ver siempre todo desde la perspectiva positiva, que aunque parezca mentira, hasta en las peores situaciones, siempre la hay. Encantados estaremos de que nos leas y viajes a lomos de Rocinante por África. Y ya sería un colofón entregársela a alguien que sepa valorarla. ¡Muchísimas gracias! Un fuerte abrazo.