Nuestra aventura
Salimos de Utiel (Valencia, España) en abril de 2017 rumbo al sur.
Cruzamos a Marruecos para deslizarnos sin prisas por la piel enigmática y convulsa de veintiún países del África Occidental y Meridional. Tras alcanzar Mozambique (en las costas del Índico), veinte meses y 46.000 km después, embarcamos a Rocinante rumbo a América, a Montevideo, desde donde iniciamos nuestro periplo por Sudamérica. Un recorrido de año y medio (hasta la fecha) por Uruguay, Brasil, Paraguay, Chile y Argentina.
Ruta por África
Ruta por Sudamérica
A día de hoy llevamos recorridos más de 70.000 km por todo tipo de climas y ecosistemas. Hemos atravesado grandes cadenas montañas, como el Atlas marroquí, la Dorsal del Camerún o la Cordillera de los Andes, pero también inmensas depresiones y desiertos, como el Sáhara, el Namib y el Kalahari. Durante semanas nos hemos adentrado en el Sahel y la sabana africana, en los colosales bosques ecuatoriales, las selvas paranaenses, la Puna atacameña o el Gran Chaco americano, cruzando algunos de los mayores ríos del planeta: el Níger, el Congo, el Zambeze, el Paraná, el Paraguay…
Hemos rebasado la línea del ecuador y hemos cruzado unas quince veces los trópicos de Cáncer y Capricornio, para alcanzar el vértice austral de los continentes africano y americano (cabo de Agujas y cabo Froward, respectivamente).
Hemos serpenteado las costas mediterráneas, atlánticas, pacíficas e índicas. Y lo hemos hecho en todo tipo de carreteras y caminos… Algunas muy malas, otras malísimas, y, las más, inexistentes, batallando con piedras, barrizales, surcos, cráteres y dunas.
Hemos sufrido lluvias tropicales, hielo, nieve, sol desgarrador, vientos huracanados y tormentas de polvo y arena. Hemos alcanzado temperaturas máximas de 45ºC (en los desiertos sahariano y namibio) y mínimas de -10ºC (cordillera andina), humedades relativas del 1% (Namib y Kalahari) y del 99% (selva ecuatorial gabonesa, nigeriana o camerunesa y selva misionera argentina).
Hemos convivido con pueblos ancestrales como los bereberes en Marruecos, los beduinos en el Sáhara Occidental, los guaraníes y aché en Paraguay o los san (o bosquimanos) en Namibia y Botsuana. Nos hemos dejado seducir por las mujeres himba y dzemba del norte de Namibia y nos hemos sumergido en las culturas bantú, wolof, zulú, xhosa o bijagó.
A imitación de las gentes de cada lugar, nos hemos alimentado de funge, xima, attieké, pap, mawiyas, chipa, empanadas, pinhaos, calafate, mandioca —en todas sus variantes—, arroz, arroz y más arroz, cabra, cordero, cerdo, frango y peixe grelhado. Hemos probado el vino de palma, el zumo de anacardo o las larvas de gusano fritas, y nos hemos deleitado con el té en Marruecos, la piña en Togo, los cocos en Mozambique, los mangos en Senegal, los anacardos en Guinea-Bissau, las langostas y las ostras en Angola y el Congo, y el asado en Argentina y Paraguay.
Hemos dormido más de 1000 noches bajo el cielo infinito en playas vírgenes y desiertos; asediados por la majestuosa selva tropical y la infinita sabana; al arrimo de casas de barro y paja y junto al trueno de grandes cataratas; a orillas de ríos, lagos, fiordos y glaciares; sobre inquietantes arenales, barrizales, salares y humedales (y en algún que otro lugar nauseabundo); arropados por inmensos bosques de cedros, cocoteros, baobabs, araucarias y coigües; a nivel del mar y a casi cinco mil metros de altura; hemos pasado noches entre rugidos de leones y amenazantes barritos de elefantes; entre gruñidos de hipopótamos y aullidos de hienas y chacales.

Y, por supuesto, hemos dejado parte de nuestro amor y de todos aquellos que han colaborado con nosotros en seis proyectos solidarios —de índole infantil y educativa— en Marruecos, Senegal, Costa de Marfil, Namibia, Botswana y Paraguay.
Y seguimos maravillándonos y entristeciendo a partes iguales. Así es nuestro camino y así es la drástica realidad de la Tierra y del ser humano. Son tantas las veces que maldecimos las penurias del camino, como las que glorificamos las maravillas naturales que nos ofrece; un día renegamos del hombre, y al otro nos despedimos con lágrimas en los ojos…
Ahora mismo estamos en la isla de La Palma (España). La emergencia sanitaria mundial nos atrapó en la Isla Grande de Tierra del Fuego (Chile) camino a Ushuaia (Argentina). Obligados por la situación, «aprovechamos» este parón obligatorio para dar forma y vida a nuestro libro. Queremos compartir con el mundo la huella imborrable que África dejó en nosotros.
Regresaremos lo antes posible a Chile (donde Rocinante sigue esperándonos) y continuaremos nuestro viaje desde Ushuaia hasta Alaska. Y después… Asia —aunque quién sabe cuándo ni por dónde—, para alcanzar Europa algún día. O tal vez nunca, pues, al fin y al cabo, el viaje interno es infinito…
Juancar & Rosalía
Noviembre de 2020.