Atrévete a ser quien realmente quieres ser. A disfrutar sin límites, a dedicar tu bien más preciado, tu tiempo, a hacer aquello que realmente te gusta hacer. Sin más, sin otra dedicación.
Atrévete a gozar. A creer que eres especial, a pensar que la Creación puso todo su empeño en concebirte. A sentir que tienes magia en tu interior. Atrévete a amarte y respetarte por encima de todo y de todos. Atrévete a hablarte y escucharte. Atrévete a hacerte el bien. Atrévete a ser tu prioridad.
Pero atrévete también a fallar y a equivocarte, y no una, sino mil veces. Atrévete a no ser el primero ni el más inteligente, ni el más ingenioso, aventurero o valiente…
Atrévete a tener miedo y no esconderlo. Atrévete igualmente a tener dudas y no saber todas las respuestas. Atrévete a reconocer sin excusas aquello que ignoras. Por lo que atrévete a preguntar y a escuchar. Eso es, atrévete a escuchar a los demás. Y atrévete a dar la razón y a elogiar si es necesario.
Atrévete a pensar por ti mismo, a apagar la televisión y la radio, a apagar internet. Atrévete a apagarlo todo. Atrévete a cortar de inmediato con aquello que te dañe. Sea lo que sea. Sea quien sea.
Atrévete a reinventarte cuantas veces necesites, a dejarlo “todo” cuando no te satisfaga. Atrévete a volver a empezar.
Atrévete a trabajar menos, a tener únicamente lo necesario para vivir con dignidad y en equilibrio contigo, a regalarle tu tiempo a los que realmente te importan.
Atrévete a contradecir a la sociedad, a poner freno a tu consumo, a ignorar modas, estilos, tendencias y publicidad.
Atrévete a no ser esclavo del dinero y de la envidia.
Atrévete a abrirte al mundo, a caminar hacia nuevos horizontes, a asumir retos, a probar cosas distintas, a cambiar de lugar, a hacer nuevos amigos.
Atrévete a no apegarte a nada.
Atrévete a dar rienda suelta a tu interior, a desarrollar plenamente tus pasiones e ilusiones.
Atrévete a hablar, a mirar, a estudiar, a guardar silencio o a no hacer nada si es lo que necesitas.
Atrévete a desear y a soñar pero, sobre todo, atrévete a actuar.
Atrévete a reír donde sea y cuando sea. Atrévete a enamorarte una y mil veces. Atrévete a entregarte a los demás.
Atrévete a envejecer.
Atrévete a abrazar y a amar. Atrévete a decir “te quiero”.
Atrévete a vivir sin prisa, sin horarios, dejando que cada segundo fluya y desemboque en el siguiente.
Atrévete a tomar las riendas de tu vida, sin autoengañarte con excusas que tú mismo no crees.
Atrévete a agradecer las oportunidades que cada amanecer te regala…
Es normal tener miedo. En mayor o menor medida, todos lo tenemos, pues es el fruto de nuestra educación. Un modelo educacional basado en el rechazo y la sanción hacia las personas creativas, imaginativas, valientes, arriesgadas, libre-pensadoras y críticas. Un sistema destinado a crear individuos con patrones de actuación y de conducta marcados, establecidos, fijos. Individuos con una capacidad de análisis y de crítica reducidos, junto a un elevado nivel de lealtad y de obediencia. En suma, eslabones con los que conformar una larga cadena, cuya solidez quede afianzada a través del miedo.
Durante años se nos ha inducido el miedo a fallar, a quedarnos sin dinero. El miedo a ser menos interesante, menos inteligente, menos productivo y competitivo o hasta menos atractivo que el otro. Miedo a no saber la respuesta, a estar por detrás y a tener poco, pequeño y viejo. Miedo a fracasar. Miedo a reír cuando no se debe. Miedo a preguntar y a no ser el mejor ni el primero. Miedo a ser diferente a la mayoría. Miedo a perder lo que se tiene y a tener que empezar de cero. Miedo, miedo, miedo y más miedo.
Sin embargo, ¿a qué temer?, ¿de qué esconderse?, ¿por qué seguir únicamente el sendero establecido? Los caminos son tan numerosos como queramos imaginar. Además, nada hay que perder: la vida es un instante, apareciste sin nada y sin nada desaparecerás. Nada es por tanto tan importante. Y nada te pertenece ni puedes poseer.
Por lo que relájate y respira. Tómate tu tiempo. Piensa, analiza, reflexiona, conversa, siente y critica. Atrévete a estar tan loco como para poder vislumbrar la cordura. Y entonces atrévete. Atrévete a lo que quieras, pero atrévete… Atrévete a ser TÚ, esa persona que realmente quieres ser.
Hola, un artículo lleno d verdad, d generosidad humana o altruísmo, positivismo, empoderamiento, energía y fuerza. Ayuda a conscienciar para despojar d anclas, q tanta falta hace. Hay q seguir tu instinto, tu camino propia pq es el q te dará mas satisfacciones y muchos nonlo siguen. Mi padre me decía siempre q a casa no te llevan nada. Hay q actuar, yo no paro d hacerlo 🎷🎸, es la unica manera q se abren puertas y sacas jugo. Me ha gustao q se repita la palabra «Atrévete» como un mantra…es bueno ésto. Veis! Yo me atrevi a escribir despues d este texto tan completo, no pasa ná jeje. Saludos cordiales, suerte y GRACIAS por éste gesto al lector publicando éste escrito tan motivador. Adéu!!
Bonito artículo, lleno de fuerza y de ímpetu del «sí se puede». Impulsado, intuyo, por experimentarlo en tus propias carnes. Como me gustaría conversar largo y tendido sobre el tema. Sobre todo largo, querido amigo, lo de estar tumbados es lo de menos.
A mi modo de ver, la propia vida, entendida de forma individual o global, es cambio constante. Y en ese proceso hay picos de intensidad, momentos clave, acelerones, bajadas rápidas de piñón (pa,pa,pa,pa) que te hacen alejarte del pelotón. Hoy en día, desde mi punto de vista, como humanidad estamos en uno de esos momentos. Hay personas, el grupo de escapados, que han decidido cambiar de marcha y lanzarse a coronar el puerto, sin pensar en nada más, desoyendo a su «jefe» de equipo, sin saber si las fuerzas van a ser suficientes, sin saber si va a ser demasiado duro, sin saber siquiera si lo podrán conseguir o si hay puntos por bonificaciones al llegar. Lo que sí saben, porque de no saberlo estarían todavía en el pelotón, es que de conseguirlo tendrá que ser acompañados de esa incertidumbre.
Los que lo intentan por primera vez sienten miedo, algunos mucho miedo me atrevería a decir: «Y si no lo consigo», «merecerá la pena…», «y si me pasa algo», » a ver si va a ser peor», «quién me mandaría», «con lo bien que estaba yo». Los que ya lo han hecho otras veces tienen las misma preguntas, quizá no tan acuciantes, pero la diferencia estriba en que conocen un secreto que el resto todavía no. Que la verdadera recompensa, la satisfacción segura, no está en coronar el puerto si no en ATREVERSE a hacerlo.
En general, a día de hoy, a la gente, al pelotón, le ha llegado el mensaje del que hablas en el post. Son muchos los medios, de los cuales no están desenchufados, que les bombardean con el mensaje. De una forma frívola eso sí. y esto lo digo por experiencia. Lo que no les cuentan, es como llevarlo a la práctica, y lo que ello implica. Cuales son las sombras, las renuncias o las pérdidas. Ese es el verdadero reto, transformar una idea o una intención en una conducta.
No basta con entender hay que transformar. Mente abierta para entender. Consciencia y valor para transformar.
Un abrazo fuerte. Felicidades por…todo.